Sobre los objetivos de las empresas y de los consumidores

business shareholders firms

February 22, 2024


"Desde la perspectiva de política pública, la historia ha demostrado que la visión de Karl Marx sobre cómo optimizar el bienestar de la sociedad era errónea, mientras que la de Adam Smith era correcta e inspiradora." 
 Editor's Note: This post can be found in English translation here.

En 1962 Milton Friedman publicó Capitalismo y libertad dedicado a Janet y David y sus contemporáneos que deben llevar la antorcha de la libertad en su próxima vuelta. En él, escribió que 
hay una y solo una responsabilidad social de las empresas: utilizar sus recursos y participar en actividades diseñadas para aumentar sus ganancias siempre y cuando se mantengan dentro de las reglas del juego, es decir, lo hagan en una competencia abierta y libre, sin engaños ni fraudes.  
Consciente de que esta opinión podría ser considerada subversiva, Friedman agregó: 
Si las empresas tienen una responsabilidad social distinta a la de obtener las máximas ganancias para los accionistas, ¿cómo van a saber cuál es? ¿Pueden los particulares autoseleccionados decidir cuál es el interés social? (...) Si los empresarios son funcionarios públicos y no empleados de sus accionistas, en una democracia serán, tarde o temprano, elegidos por las técnicas públicas de elección y nombramiento.
Por supuesto, los accionistas son libres de utilizar sus recursos en cualquier propósito legítimo de su elección. 
 
Friedman consideró apropiado sustentar la opinión anterior con la famosa frase de Adam Smith en Una Investigación sobre la naturaleza y causas de La riqueza de las naciones, según la cual el empresario que opera bajo las reglas de un mercado competitivo es 
conducido por una mano invisible a promover un fin que no formaba parte de su intención (...) Al perseguir su propio interés, con frecuencia promueve el de la sociedad de manera más efectiva que cuando realmente tiene la intención de promoverlo.   
A lo anterior Smith añadió dos consideraciones importantes:  
Todo hombre, en tanto no viole las leyes de la justicia, es libre de perseguir su propio interés a su manera, y de poner tanto su industria como su capital en competencia con los de cualquier otro hombre u orden de hombres.  
 
Nunca he conocido mucho bien hecho por aquellos que se dedican al comercio para el bien público.  
En la acera del frente, Karl Marx, escribiendo algunas décadas después de Adam Smith, afirmó que la burguesía capitalista  
puso fin a todas las relaciones feudales, patriarcales, idílicas (...) y no ha dejado otro nexo entre hombre y hombre que el puro interés propio, que el cruel ´pago en efectivo´. Ha ahogado los éxtasis más celestiales del fervor religioso, del entusiasmo caballeresco, del sentimentalismo filisteo, en el agua helada del cálculo egoísta. Ha convertido el valor personal en valor de cambio, y en lugar de las innumerables e imprescriptibles libertades constitucionales, ha establecido esa única e inconcebible libertad: el libre comercio. En una palabra, la explotación, velada por ilusiones religiosas y políticas, la ha sustituido por la explotación desnuda, desvergonzada, directa y brutal.
 (Karl Marx y Friedrich Engels, El manifiesto comunista, 1848)  
El capitalismo y el libre comercio eran, en opinión de Marx, sinónimos de egoísmo y de autointerés explotador. Y también alienantes.  
Cuanto menos comas, bebas, compres libros, vayas al teatro o a los bailes, o a la taberna, y cuanto menos pienses, ames, teorices, cantes, pintes, esgrimas, etc., más podrás ahorrar y mayor será tu tesoro, que ni la polilla ni el óxido corromperán: tu capital. Cuanto menos eres, cuanto menos expresas tu vida, más tienes (...)  Todo  lo que el economista político te quita en la vida y en la humanidad, te lo reemplaza en dinero y en riqueza.
(
Karl Marx, Manuscritos económicos y filosóficos, 1844).  
Marx resultó estar equivocado.  En un mercado competitivo, las empresas no pueden ser explotadoras, porque si cobraran precios excesivamente altos por sus productos, o pagaran salarios bajos a sus empleados, pronto terminarían sin compradores y sin empleados. Con el fin de maximizar los beneficios, tienen que suministrar bienes y/o servicios que los consumidores consideren de buena calidad a precios razonables. 
 
En lo que respecta a los consumidores, Adam Smith dejó claro que 
cada hombre es rico o pobre según el grado en que pueda permitirse disfrutar de las necesidades, comodidades y diversiones de la vida humana".  Y, "no es por sí mismo que los hombres desean dinero, sino por lo que pueden comprar con él.  

En La teoría de los sentimientos morales, que Smith publicó antes de su Riqueza de las naciones (y que continuó revisando por el resto de su vida) había introducido la idea del Espectador imparcial, una persona imaginaria, o árbitro, cuya aprobación o desaprobación constituye nuestra conciencia de la naturaleza de nuestra propia conducta, e indica qué en la conducta de uno constituye "juego limpio", y qué violación de ello, que el Espectador imparcial no puede admitir. 
El hombre desea naturalmente, no sólo ser amado, sino ser amable; o ser aquello que es el objeto natural y propio del amor. Naturalmente teme no sólo ser odiado, sino ser odioso; o ser aquello que es el objeto natural y propio del odio. Desea, no sólo que se le alabe, sino alabanza; o ser aquello que, aunque no sea alabado por nadie, es objeto natural y propio de alabanza. Teme, no sólo la culpa, sino la culpabilidad; o ser aquello que, aunque nadie lo culpe, es, sin embargo, el objeto natural y propio de la culpa.
(Adam Smith, La teoría de los sentimientos morales, 1759).
Sorprendentemente, Karl Marx, que en 1844 se quejaba del "interés propio desnudo", del "cruel 'pago en efectivo'" y del "libre comercio", declaró cuatro años más tarde que 
 La burguesía, con su dominio que cuenta apenas con un siglo de existencia, ha creado fuerzas productivas más abundantes y más grandiosas que todas las generaciones precedentes juntas. El sometimiento de las fuerzas de la naturaleza, el empleo de las máquinas, la aplicación de la química a la industria y a la agricultura, la navegación a vapor, el ferrocarril, el telégrafo eléctrico, la adaptación para el cultivo de continentes enteros, la apertura de ríos a la navegación, poblaciones enteras surgiendo por encanto, como si salieran de la tierra.  ¿Cuál de los siglos pasados tuvo siquiera el presentimiento de que tales fuerzas productivas dormitaban en el regazo del trabajo social?
(Karl Marx y Friedrich Engels, El manifiesto comunista, 1848) 
¿Quién tenía el presentimiento de que las fuerzas productivas de la "libre competencia, acompañadas de una constitución social y política adaptada en ella" dormitaban en el regazo del trabajo social?  Adam Smith fue muy consciente de ese fenómeno y de su causalidad. De hecho, en La teoría de los sentimientos morales había escrito que la búsqueda de riqueza por parte de los hombres es la fuerza  
que primero los impulsó a cultivar la tierra, a construir viviendas, a fundar ciudades y estados, y a inventar y mejorar todas las ciencias y artes, que ennoblecen y embellecen la vida humana; que han cambiado por completo toda la faz del globo, han convertido los ásperos bosques de la naturaleza en llanuras agradables y fértiles, y han hecho del océano estéril y sin caminos un nuevo fondo de subsistencia, y el gran camino de comunicación con las diferentes naciones de la tierra. La tierra, por estos trabajos de la humanidad, se ha visto obligada a redoblar su fertilidad natural y a mantener una multitud mayor de habitantes. 
 
Desde la perspectiva de política pública, la historia ha demostrado que la visión de Karl Marx sobre cómo optimizar el bienestar de la sociedad era errónea, mientras que la de Adam Smith era correcta e inspiradora.


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