Ideas de Adam Smith en Materia Impositiva

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October 16, 2023


El economista Thelmo Vargas-Madrigal ofrece tres lecciones de finanzas públicas inspiradas en Adam Smith para los tiempos modernos. (Costa Rican economist Thelmo Vargas-Madrigal offers three Adam Smith-inspired public finance lessons for the modern day.)
Editor's Note: This post can be found in English translation here.

El padre del autor de la Teoría de los Sentimientos Morales y de La Riqueza de las Naciones  ocupó el cargo de Controlador de Aduanas en Kirkcaldy, Escocia, en una época en que uno de los objetivos de la política económica del país fue exportar lo más que pudiera e importar lo mínimo, de modo que se obtuviera un saldo comercial “positivo”. Para estos efectos, se solía adoptar aranceles altos, de naturaleza proteccionista.
 
Sin embargo, Adam Smith hijo, muy acertadamente consideró que el comercio abierto y libre constituía la manera de hacer máximo el beneficio social de la división internacional del trabajo, que favorece a todos los que de ella participan.  Smith también expresó valiosas opiniones sobre otro tipo de impuestos, no solo los que aplican sobre el comercio internacional, opiniones que son muy valiosas en la actualidad. 
 
Hoy en día, muchos países ricos y de ingresos medios y bajos experimentan serios retos debidos al alto nivel que la deuda pública mantiene respecto al tamaño de sus respectivas economías. Aunque los gobiernos de países ricos pueden todavía colocar bonos en el mercado a tasas de interés relativamente bajas, tal no es el caso para la mayoría de los países en vías de desarrollo, para los cuales un endeudamiento superior al 40% de su producto interno bruto constituye un problema serio. En este sentido, el Fondo Monetario Internacional en su Informe Anual 2023 señala que “[l]as vulnerabilidades y los riesgos relacionados con la deuda siguen siendo elevados sobre todo en economías de mercado emergentes y los países de ingreso bajo. El 25% de las economías de mercados emergentes corre un riesgo alto de sobreendeudamiento con probabilidades de caer en incumplimiento en lo que respecta a su deuda soberana.”
 
El componente de intereses de los presupuestos de muchos países de ingreso bajo desplaza otros renglones del gasto que típicamente se reservan al gobierno, como son la educación, los servicios de salud y de infraestructura públicas.  Para reducir el nivel de endeudamiento del sector público (cuya definición estándar es Deuda/PIB), los tomadores de decisiones políticas tienen acceso al siguiente menú: reducir el déficit fiscal; negociar tasas de interés más bajas sobre las deudas; adoptar medidas que contribuyan al alto crecimiento económico… y a una combinación de esas acciones. El control y reducción de partidas de gasto no prioritarios coadyuva a la reducción del déficit y por ende constituye una de las primeras medidas a ser adoptadas.  

Y, por supuesto, el encargar al mercado las actividades que pueden ser financiadas con precios en vez de impuestos, ayuda mucho, como nos recordó Adam Smith en La Riqueza de las Naciones: “Una carretera, un puente, un canal navegable, por ejemplo, pueden en la mayoría de los casos ser objeto de construcción y mantenimiento con los recursos que se obtengan de un pequeño peaje a pagar por quienes hacen uso de ellos”.
 
En el corto plazo al menos, una alza impositiva (vía tasas superiores para los impuestos existentes o la creación de nuevos tributos) puede ayudar en el propósito de reducir el déficit fiscal. 
 
En materia tributaria, la denominada Curva de Laffer muestra que el ingreso que un gobierno obtiene de un impuesto dado (por ejemplo, sobre la renta o sobre las ventas) crece a una tasa decreciente conforme aumenta la tasa impositiva, formando una “U” invertida que en algún punto llega a su máximo y que de ahí comienza a descender hasta llegar a cero en alguna tasa muy por debajo del 100%. La razón de esto es que las tasas impositivas cada vez más elevadas constituyen cargas más altas sobre el sector productivo, lo que promueve informalidad y evasión. 
 
Tomemos el caso de los países centroamericanos en la actualidad. El ingreso promedio ajustado por poder de compra es relativamente bajo en toda la región. En el caso de Costa Rica, él equivale a un tercio el de los Estados Unidos de Norteamérica, pero el de Honduras es sólo un 9% de éste. Los niveles de pobreza en el área son elevados: cerca del 20% en el caso de Costa Rica, pero en Guatemala y Honduras se acercan al 50%. En parte, estas preocupantes estadísticas se deben a los altos niveles de desempleo y, especialmente, de informalidad que opera en dichas economías. De acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo, en Honduras y Guatemala la informalidad ronda  el 80% de la fuerza laboral. 
 
La informalidad tiene efectos indeseados en los ingresos del Gobierno Central y en los esquemas de seguridad social. Con poblaciones que envejecen, la tasa de dependencia de sistemas de pensiones de reparto (pay-as-you go) se eleva, lo cual afecta su solidez actuarial y la sostenibilidad en el tiempo. A efectos de evitar la quiebra de los sistemas, es necesario incrementar las contribuciones per cápita o elevar la edad de retiro hasta, por ejemplo, los 70 o 75 años, medidas que tienen oposición de muchos grupos de interés. 
 
Un serio problema que enfrentan los esquemas de seguridad social en la mayoría de los países en vías de desarrollo es que su financiamiento proviene de impuestos al factor trabajo. Es usual que tanto patronos como trabajadores en el sector formal contribuyan a la seguridad social en proporción a los salarios pagados y recibidos. Pues bien, una implicación importante de esto es que, por ejemplo, si de cada 100 Pesos de salario el patrono debe pagar a la seguridad social 18 Pesos extra, y el trabajador 12, eso crea una “cuña” de 30 Pesos, que por grande constituye una gran tentación para la informalidad y la evasión. 
 
La situación antes descrita fue reconocida por Adam Smith hace unos 250 años, al escribir su obra maestra La Riqueza de las Naciones (la cual le tomó 12 años completar). En ella afirma que:
 
“Si los impuestos directos sobre los salarios del trabajo no han causado siempre un aumento proporcional en salarios, es porque generalmente han provocado una disminución considerable en la demanda de trabajo. La decadencia de la industria, la reducción en el empleo para el pobre, la disminución de la producción anual de la tierra y el trabajo en el país, han sido los efectos de tales impuestos”. 
Y agrega: 
“Los impuestos elevados, algunas veces por reducir el consumo de los bienes objeto de ellos, y otras por estimular el contrabando, frecuentemente se traducen en ingresos fiscales más bajos que los que se obtendrían con tributos más moderados”.  
Teniendo presente que, conforme indica el Dr. Smith, “ [t]odo impuesto debe ser concebido de modo que sustraiga a la gente lo menos posible para satisfacer las necesidades del gobierno”,  podemos derivar tres enseñanzas para los encargados de la toma de decisiones políticas:
 
(a)   Dado que el grado de endeudamiento público lo expresa la relación Deuda/PIB, la mejor forma de reducirlo es operando sobre el denominador, a través de la adopción de medidas que estimulen el crecimiento económico.
 
(b)   En el largo plazo, los déficit fiscales no pueden reducirse aumentando arbitrariamente la carga tributaria, pues ello lesiona la capacidad productiva de la economía, la base impositiva y los propios ingresos del gobierno. La curva de Laffer es solo una forma sencilla de representar gráficamente esta idea.
 
(c)    La solidez actuarial de los esquemas de seguridad social difícilmente puede alcanzarse aumentando los impuestos sobre las planillas. Para ello es menester buscar otras formas de contribución del presupuesto del Gobierno. 
 
Como bien dice el refrán: ¡Más claro no canta un gallo!
Comments
Randall Castro

Muy acertado